El goce culinario ha sido estas navidades el compañero perfecto para tapar las ausencias, pero no en modo depresivo, al contrario, celebrando la fortuna de poder seguir sumando experiencias. Una de las que más me ha gustado, por tradicional, por sabor, por calidad en el producto de mercado y en el servicio, por saber estar y mejor cocina, fue la visita a Pablo Gallego.


Teníamos que elgir sitio para la visita de Leticia y Juan, dos expertos gastronómicos con los que coincidimos en muchos gustos y con los que nos encanta compartir mesa y mantel. Después de darle muchas vueltas, nos decantamos por Pablo Gallego. Con él siempre aciertas porque la esencia de su cocina, además de la excelente materia prima, es la pasión. Se nota en cada plato, en cada detalle.
En su trabajo no hay nada de impostura. Aunque a primera vista del local pueda parecer uno más de la última moda gastronómica, la clase que desprende el escenario enseguida te deja claro que Pablo es de los de toda la vida. Y eso es lo que lo hace tan especial, la tradición actualizada con mucho gusto, también en el sentido literal de la palabra.



Es sin duda, un imprescindible en cualquier tipo de visita a la ciudad de A Coruña, no en vano acaba de recibir un Sol de la Guía Repsol.



Por cierto, magnífica elección del vino por parte de Leticia, el mencía Bancales Olvidados, un vino poco frecuente en las cartas de los restaurantes por lo que cuando lo encuentras es casi obligatorio pedirlo.

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